Vista
Veo la
niebla prendida de la sierra
un desfile
de batas y mandiles
la Teresa,
el mandao, corre-ve-y-dile
y balcones
en flor, calles de piedra.
Veo un
niño peinado ante el espejo
dos rombos
a escondidas tras la puerta
los
hombres regresando de las huertas
el rostro
del futuro en cada viejo.
Golondrinas
volando a ras de suelo.
Vecinas
santiguándose en los duelos.
Oído
Oigo pasos
de mi madre en la cocina
a María,
la lechera, en el rellano
dos viejas
que se hablan con las manos
un “te
quiero” fugaz en la cabina.
Oigo un
coche que no es el de mi padre
las
verbenas lejanas de La Pica
¿es con
uve o con be, Doña Juanita?
un
responso cobarde y miserable.
Rumor de
padrenuestros en la escuela.
Granizo
rebotando en las aceras.
Olfato
Huelo a
leche saliéndose del cazo
el arado
reciente en los olivos
el olor a
tabaco (sumo y sigo)
huelo
besos mojados, huelo abrazos.
Huelo a
sangre cuajada en la matanza
a
incienso, cera y cal de sacristía
a pólvora
en San Blas, a chaquetía,
a lumbre
bajo aperos de labranza.
El
preludio de noche de tormenta.
El aroma a
verano tras la puerta.
Gusto
Cilleros
sabía a invierno y acerones
a dedo en
la masa de las roscas
las dos
bolas de anís en Los Acosta
a Fruco,
a chocolate con bufones.
Las
meriendas a plan de pan y queso
comulgar
con el cielo de la boca
manzanas
de San Juan (siempre son pocas)
imborrable
el sabor del primer beso.
Fresa
ácida, altramuz, polos de leche
Canela,
regaliz, bollos de aceite.
Tacto
Toco el
hule esperando el desayuno
estocada y
ovación al practicante
las
rodillas peladas por tres partes
la varita
de olivo para el culo.
Mis manos,
inexpertas, en su pelo
mil dedos
recortando cartulinas
la tiza,
la tensión del tirachinas
arena, los
bolindres por el suelo.
El tacto
de la hierba en primavera.
Mi
infancia se quedó en la ronchaera.