martes, 24 de abril de 2012

Recuerdo de Cilleros en cinco sentidos

Vista

Veo la niebla prendida de la sierra
un desfile de batas y mandiles
la Teresa, el mandao, corre-ve-y-dile
y balcones en flor, calles de piedra.

Veo un niño peinado ante el espejo
dos rombos a escondidas tras la puerta
los hombres regresando de las huertas
el rostro del futuro en cada viejo.

Golondrinas volando a ras de suelo.
Vecinas santiguándose en los duelos.

Oído

Oigo pasos de mi madre en la cocina
a María, la lechera, en el rellano
dos viejas que se hablan con las manos
un “te quiero” fugaz en la cabina.

Oigo un coche que no es el de mi padre
las verbenas lejanas de La Pica
¿es con uve o con be, Doña Juanita?
un responso cobarde y miserable.

Rumor de padrenuestros en la escuela.
Granizo rebotando en las aceras.

Olfato

Huelo a leche saliéndose del cazo
el arado reciente en los olivos
el olor a tabaco (sumo y sigo)
huelo besos mojados, huelo abrazos.

Huelo a sangre cuajada en la matanza
a incienso, cera y cal de sacristía
a pólvora en San Blas, a chaquetía,
a lumbre bajo aperos de labranza.

El preludio de noche de tormenta.
El aroma a verano tras la puerta.


Gusto

Cilleros sabía a invierno y acerones
a dedo en la masa de las roscas
las dos bolas de anís en Los Acosta
a Fruco, a chocolate con bufones.

Las meriendas a plan de pan y queso
comulgar con el cielo de la boca
manzanas de San Juan (siempre son pocas)
imborrable el sabor del primer beso.

Fresa ácida, altramuz, polos de leche
Canela, regaliz, bollos de aceite.


Tacto

Toco el hule esperando el desayuno
estocada y ovación al practicante
las rodillas peladas por tres partes
la varita de olivo para el culo.

Mis manos, inexpertas, en su pelo
mil dedos recortando cartulinas
la tiza, la tensión del tirachinas
arena, los bolindres por el suelo.

El tacto de la hierba en primavera.
Mi infancia se quedó en la ronchaera.

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