Los días que pasamos en el pueblo
los viejos ayudándome a vivir,
la escuela, los balones, el invierno,
el lento caminar del porvenir.
La calle donde tuve a mis amigos
las niñas que jugaban con carmín
el rancio olor a humo del casino
los cursis que llegaban de Madrid.
Las viejas esperando la solana
el cura castigándose su fe
la hucha, el monedero de mi mama,
el sol, las magadalenas, el café.
El coco que decían las abuelas
que, si eras malo, te vendría a comer.
La panda de chavales de la escuela
los cromos que acababa por perder.
El tiempo para abrir el caramelo
la lengua negra por el regaliz
el bobo que me dio un tirón de pelo
los niños que llegaban de París.
Los libros que vivían en la cartera
las lluvias que caían por abril,
los indios y vaqueros de escalera
el dedo pequeñito en la nariz.
Un chaval, qué sé yo,
uno más del monton
que jugaba a que era doctor,
aunque nunca curé a mi vecina.
Un chaval, qué sé yo
uno más del montón,
que buscaba el sabor del amor
en lo dulce de las golosinas.
martes, 13 de julio de 2010
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3 comentarios:
Hola, de nuevo, un placer!!
Que paseo tan verídico de como eran las cosas antes; si, sobre todo en los pueblos, pero también tenían algo muy especial, que es difícil encontrar en la ciudad.
como siempre me emociono con tus poesías y disfruto a todas horas con tus canciones.
besos! bea
Ay, mon dieu, qué suerte tengo contigo. Así da gusto. Besazo
ME ENCANTA!!!!!!!!!!
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